(pequeño vomito matutino de resaca insureccional)
Existe una mitología contemporánea griega y unos de sus monstruos es el “encapuchado”. Desde la transición hasta ahora la capucha (o pasamontañas o casco, etc.) es el símbolo de una fuerza oscura que llega para derrumbar el estado de la democracia consensuada. Con el fin de la dictadura hubo un “pacto” no escrito: ya no hacía falta resistencia.
Para los medios y sus jefes, encapuchado es sinónimo de anarquista, de marginal peligroso, de violento incontrolado. Tanto es así que entre los detenidos hay chavales de 14 años que están acusados de terrorismo. Tanto es así que el presidente del partido de ultra-derecha griego se ha atrevido estos días a proponer en el parlamento una ley que criminalizaría el uso de capucha.
En las calles de Atenas estos días el solo gesto de levantar la bufanda para protegerte de los gases ponía a los antidisturbios nerviosos y atentos.
Siguen los discursos vomitivos: «eran estudiantes o encapuchados?” (pregunta del presentador al reportero durante las noticias de las 9). Diferencian a los protestantes pacíficos y buenos de los “otros”, dicen que en tiempos de democracia no es “ético” de esconder la cara. Y por supuesto ni una palabra de sus encapuchados, los secretas infiltrados con pinta de antisistema que rompen los pequeños negocios o detienen al que tienen al lado en la mani.
Pero si esta revuelta se ha extendido tanto es porque hay una inmensa mayoría que ya no le cree a nadie. Ni al gobierno actual, ni al anterior, ni a los jueces, ni a la policía, ni a los medios, ni a la iglesia. Ya hace mucho tiempo que no…(para los más curiosos hay muchos textos que circulan por la red y que cuentan aspectos del particular contexto socio-político del pequeño país mediterráneo de “glorioso” pasado y vergonzoso presente). Se decía por ahí que con el último asesinato esta confusa mayoría se ha dado cuenta de que el estado griego no sólo es inútil sino que es altamente peligroso. Y si ya no tienes fe en nadie, quizás tomes la decisión de no ir por ahí con la cara al descubierto para hacer de mártir entre tantas cámaras y “testigos” y tragando gases cancerígenos y esperando que te detengan.
No pretendo hacer una apología de nada y de nadie, ni pretendo hacer un análisis rigoroso, no se me da tan bien escribir ni conozco tanto como me gustaría. Y no he bajado a las manis encapuchada, pero esto es sólo un detalle.
Para mi, el estado es un padre protector que cuidará de ti hasta que te eche de casa porque no le gusta tu novio, tu novia, tu ropa o porque le has levantado la voz.
Es un novio que te pega porque te quiere, te pega y la culpa la tienes tú, él no quería hacerte daño, no quería pero tú no te has portado bien y le has obligado a hacerlo.
Me reservo el derecho de esconder la cara contra este agresor conocido que va por ahí sin esconderse porque sabe que nadie lo va a detener. Me esconderé mientras debajo de la máscara preparo mil caras que en un momento preciso saldrán a la luz y le harán quedarse de piedra. Y no hablo de terror, hablo de caras relucientes que no tienen nada de sus valores éticos, de caras con dignidad propia y no fabricada. Como dice aquella consigna algo ingenua: nuestra felicidad será nuestra venganza.
Pensando en las “capuchas”, he pensado, cómo no, en Diana y su pasamontañas. Qué curioso que hace poco se le ha ocurrido cambiarlo por una burka…
Y para los amigos que me preguntan ¿qué tal por Grecia? , pues les respondo: Grecia está en guerra. Como sabes que un país está en guerra? Cuando todos (chavales, trabajadores, parados, periodistas, fachas, izquierdistas, gente por la calle, la abuela de al lado, un largo etc.) dicen lo que piensan sin seguir las pautas “democráticas”, sin respetar los falsos consensos…lo vi con mis propios ojos. Todos están tomando bandos. Ya era hora.
alogono 
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